Cédula.


Cumplo en notificarte, si es que la comunicación no verbal no te ha sido suficientemente contundente, que estás sentenciada a ser la que motorice mis pasiones, mis deseos y las fantasías más diversas que tu extenso prontuario pueda impulsar.
No pienso esconderme bajo la piel de cordero que, supuestamente se me atribuye, a instancias de un clásico contendiente. Así es que, si en ejercicio de mi lascivia te encontrás a tiro de diana, dejáte impactar. No hay escapatoria. O son mis flechas o son mis garras. Si escojés la vía más lenta, no voy a titubear es desgarrar tu piel hasta que gimas de placer... Tu opción será pedir clemencia para que el ardor de tus heridas sean solamente aliviadas por la brisa que te propicie mi boca (sí, aún persiste en ser condescendiente con tu orografía).


Aún cuando tus temblores o la electricidad de tus sinapsis descontroladas no permitan relajar tus músculos, voy a insistir en arrastrárte aún más con mi lengua por los canales que describe tu mejor ofrenda. Y sabés que mi adoración por todos tus labios es completa.
Nada más que esta cédula de notificación para que estés al corriente. Y que imagines tu merecido.

Será justicia.

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