Sobre miedos y certezas

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Se largó a caminar bajo el cielo plomizo de una tarde hostil,
sin demasiadas previsiones más que la certeza de un final
Se llevó consigo un bolso y un pergamino de promesas,
aunque nada de eso serviría para darle fin a sus tristezas.

Promedió el camino mientras elucubraba mil estrategias.
Ensayaba batallas en escenarios conocidos y por conocer.
Nada era más esquivo y equívoco que imaginarse triunfal.
Lo acompañaban los miedos que su circunstancia le trajo.

Pero las certezas mueren en las escaramuzas del destino.
La seguridad de saberse en la víspera de su fin lo calmó.
No sabría más que hacer con su vida más que vivirla a pleno.
Sin condiciones ni rendiciones que lo sometieran, se lanzó.

Corrió por los pasadizos y pasillos del más complejo laberinto.
Supo que sus posibilidades de éxito eran apenas centesimales.
Pero no vaciló en dar a sus miedos el mortífero tratamiento
Y se erigió triunfal, sin aliento pero con un destino, ineluctable.

Viaje.

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Llegaba sin desearla, la hora del adiós.
Una despedida odiada por cuanto nadie la pidió,
Un momento fatídico, en el que todo el cielo sucumbió
Al estremecimiento de tus llantos, cuando todo obscureció.

Un vacío insondable arreciaba las costas,
La marea, retraía en su fuerza, las olas brumosas.
La nave estaba lista para emprender el viaje.
No había armaduras más que el sublime coraje.

¡Por cuánto menos han agitado banderas blancas!
¡Por cuánto menos han abandonado sueños!
Nunca te des por vencida, aun vencida,
Decían mis ángeles y también mis demonios.

Ni el horizonte mostraba los peligros,
Ni la mente imaginaba tales desafíos,
Entre Escila y Caribdis, trascurriría,
Todo tu viaje, más toda tu vida.

Alquimia.

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Y la noche se hizo, al fin, día.
Y el infierno se tornó cielo.
En el instante en que ocurría,
tus labios sabían de mi celo.

Y ya el laberinto sucumbió,
la madeja de hilo se agotó.
Y tus ojos llenaron los míos,
con tus hechizos y tus bríos.

Y la caja mágica, ausente.
La débil esperanza me halló.
Mientras la alquimia nos ofrendó,
este amor escrito en presente.

Y la divina antorcha iluminó,
 tu larga cabellera y llameó.
Estrella flamígera anhelo,
esta vez, un futuro perfecto.

Música para el alma

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Disparo melodías que me abrazan sin respiro
Arpegios que combinan escaleras al cielo
Un contínuo desfilar de canciones y visiones
Que sin quererlo me esquilman risas y pulsiones.

Suelo no ver mientras escucho cálidas frecuencias
Aparto la vista del sonido que produce candor
Concentrándome en captar energías silenciosas
Que repongan las fuerzas que sucumben al amor.

Energía madre que convierte cenizas en barro
tesoros del hombre que se hacen libres canciones
Ilusiones construídas por elementos pasados
Alegran almas que se alimentan de pasiones.

Música es lo que me hace renacer, mi fénix.
El fuego de la pasión se apagó por ahora.
Mientras enciendo melodías con sabor a mora
Prepárate para ser nuevamente un ave en mí.

Lo acepto.

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Acepto alejarme de vos y no volver a verte.
Acepto saber que hoy soñás con los brazos de otro hombre,
y que no hay compás de espera que me devuelva tu pasión.

Acepto la noche sin vos porque ya no es noche.
Acepto saber que nunca más buscarás mis brazos,
porque no hay razón más poderosa que el hielo de tus ojos para saberlo.

No acepto ser esclavo de este amor.
No acepto sentir dolor por tu indiferente desamor.
Tu decisión más firme es mi condena más certera.

No acepto ser segunda opción de nadie,
por el hecho de ser el primer interesado en tu camino.
Pero el camino juntos se hace a la par, sin testigos.

Adiós.