Half woman, half god.

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De chico imaginaba a la mujer de sus sueños, extrañamente combinaba la mitología grecolatina junto con la figura estilizada de una morocha esculpida cual Galatea, de larga cabellera, unos impactantes ojos verdes y toda la potencia de una mirada que todo lo decía.

Una perfecta mezcla de mujer y diosa, quizá imaginando a la Lilith original o la Pandora de Prometeo, quien finalmente fuera desposada por su hermano, el ingenuo Epimeteo. Nunca olvidando lo importante de esos prefijos tan determinantes, Pro y Epi, por delante y por debajo.

Prometeo, aquel visionario titán, capaz de burlarse de Zeus, robándole el fuego sagrado con el que luego conminara al Hombre a salir de las tinieblas de su ignorancia. Epimeteo, apenas un mediocre personaje que, no sabiendo advertir los peligros que encerraba dado su corto entendimiento, asumió el rol de esposo de Pandora con quien dieron a luz a Pirra, considerada la madre de la Humanidad.

Pero su diosa en la Tierra siempre tuvo la dicha de acompañarlo desde pequeño, incluso en sueños. Quizás los primeros sueños húmedos fueran producto del engaño de sus apariciones nocturnas, tal como Lilith lo hacía para vengarse de los hombres, luego de haber sido confinada a su cárcel en Uruk, sólo por negarse a cumplir con los deseos machistas de Adán.

Lilith no estaba hecha para ser sumisa ni dominada tal como lo fuera su reemplazo, Eva. Lilith es indómita. Creada del mismo barro del que Adán emergió, no de una costilla, como la curiosa Eva. Aún habiendo desobedecido el mandato divino, mordió la manzana. Y así fue que el segundo comienzo femenino estaba condenado a penar por su osadía.

Eva siguió con su sumisión y se escondió, como Adán, detrás del velo de la vergüenza, mientras que Lilith reptaba, convenciendo a cada mortal de su necesidad de conocer aquello velado por el dios de los hombres.

Y mutó, millones de veces se disfrazó de heroína. Acompañó y desafió a los hombres más desalmados. Conoció la dicha y el ostracismo. Volviendo cada noche para encontrar quien la sacara de su cárcel en la lejana Uruk. Mientras cambiaba una vez más de piel, soñaba con aquél que la despertara de su letargo milenario y le devolviera la Esperanza. Justo aquél don que descansaba en el fondo de la caja de Pandora.

Y un día el llamado lo alcanzó y él no pudo más que soñarla sin los ojos, trayéndola a la vida a través de sus rituales escritos. Sus manuales de aproximación. Leyendo lo escrito y lo no escrito. Decodificando cada palabra que se ocultaba tras los símbolos que tanto conocía.

Y así es como el hoy encuentra al titán disfrutando de la belleza, inteligencia y sabiduría críptica que encierra esa enésima encarnación de Lilith, o Pandora. Lo estimula y lo motiva a descubrir más secretos divinos por los que trasferir antorchas para la Humanidad. Hoy son el eco del universo detonando sus melodías en la inmensidad del presente, sin comprender aún que su historia apenas comienza.

Mañana será un gran día. Hoy su parte femenina es homenajeada mientras su divinidad ríe, cómplice. Bien sabe que del barro sólo nacen hombres que mueren y ella, es polvo de estrellas. Eterna.