Gracias.

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Cuando te encontré me perdí
En cuanto te vi me enamoré


Cuando ya no esperaba que nadie pudiera sorprender mis elevadas pretensiones -utópicas, dirías vos- apareciste. Y sin los ojos te admiré al punto de perderme en tu hechizo divino. Por un tiempo creí que no eras más que una compleja casualidad virtual que jamás podría develarse ante mi incrédula vista -verdad objetiva del ojo-, diría yo. Transcurrí entre laberintos donde te soñaba siempre a la carrera. Conocí la nocturna y odié la diurna. Temí por vos y pedí por una tregua para tu anestesiado corazón.

Te provoqué, te seduje y te entregué mi mayor esfuerzo para aplacar esa ansiosa necesidad de amarte, escondida bajo metáforas y recursos literarios que yacían olvidados en mi excitada cabeza. Y luego de arremolinarnos mutuamente en un vórtice sin dueño, más que nosotros dos, decidimos pasar a ese temeroso momento 3D que completó la primera fase de la alquimia de este amor escrito en presente. Una mirada lasciva, un abrazo sincero, latidos que nunca escuché y besos que siempre soñé. Más que un encuentro fue un choque de estrellas, demostrando la capacidad de este universo de contenernos por tantos siglos sin siquiera dejarnos ser héroes de nuestros caminos.

No le tengo miedo a lo que viene. Porque lo que pasamos fue mucho más que lo que jamás nos animamos a enfrentar. Ojalá tu utópico estándar para el amor pueda ser colmado por mis esfuerzos cotidianos por abastecerte infinitamente de lo que una mujer como vos se merece. Se que no estoy lejos ni tampoco me doblega el no alcanzarlo aún.

Soy sólo un aprendiz que ha persistido en cumplir con su recorrido, consumar las pruebas y emprender el viaje iniciático que sólo el amor verdadero significa para unos pocos virtuosos, o afortunados mortales.

Gracias por existir, gracias por ser y gracias por estar ahí.


Feliz Cumpleaños, Lilith. Te amo con toda mi alma.

The One.

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When stars collide like you and I
No shadows block the sun


Mientras sigas dejando que hunda mi nariz en tu cuello,
no hay forma de que este hechizo de feromonas se deshaga.
Mientras tu sabor a mujer siga adosado a mis papilas,
no hay manera de que mis pasos se aparten este camino.

Mientras que la suavidad de tu piel sea palpable para mí,
no hay indicios de que mi saludable adoración por vos, se disipe.
Mientras tus palabras sigan siendo disparadores de verdades,
no hay por qué temer a la sinceridad que se manifieste.
Mientras tu risa y tu exquisita forma de provocar la mía, persista,
no hay dudas que elegiré seguir gozando tu dicha.

Mientras haya luz que me guíe y sol que me entibie,
no habrá obstáculos para continuar esta senda.
Mientras ningún planeta colapse contra nosotros,
estaremos a salvo y libres de decidir nuestros pasos.

Lascivia.

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Provocame. Haceme que me incendie. Que me consuma por dentro sin siquiera llegar a rozarte. Disparame esos dardos precisos que liberan su veneno en mi torrente sanguíneo y me dejan a tiro de nockout.
Siempre supe que tu destreza era difícil de equiparar. Asumir el juego del vale todo me resulta imposible de rechazar. Sos mi más digna contendiente. Ahora las cosas comienzan a ser un poco más retorcidas de lo que lo han sido hasta ahora. Y me gusta. Porque me gustás, así de perversa y angelical. Así de simple, así de mortífera.

¿Supusiste que mi juego era distinto? No te creo. Siempre intuías hacia dónde se perfilaba mi lascivia. Hoy te dejo dos cuerpos de ventaja (de esos que se cruzan entre las piernas hasta acabar gimiendo). Ya me los voy a cobrar, a su debido tiempo.

Ahí estás. Justo leyendo estas líneas por tu dispositivo favorito. Y yo te pienso. Acerca de cómo voy a hacer para devolverte cada minúsculo poro que se eriza en mi piel cuando tus letales palabras se agolpan en mis oídos. Tomalo como una ofrenda, respiralos como vos bien sabés hacerlo.

 

Cédula.

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Cumplo en notificarte, si es que la comunicación no verbal no te ha sido suficientemente contundente, que estás sentenciada a ser la que motorice mis pasiones, mis deseos y las fantasías más diversas que tu extenso prontuario pueda impulsar.
No pienso esconderme bajo la piel de cordero que, supuestamente se me atribuye, a instancias de un clásico contendiente. Así es que, si en ejercicio de mi lascivia te encontrás a tiro de diana, dejáte impactar. No hay escapatoria. O son mis flechas o son mis garras. Si escojés la vía más lenta, no voy a titubear es desgarrar tu piel hasta que gimas de placer... Tu opción será pedir clemencia para que el ardor de tus heridas sean solamente aliviadas por la brisa que te propicie mi boca (sí, aún persiste en ser condescendiente con tu orografía).


Aún cuando tus temblores o la electricidad de tus sinapsis descontroladas no permitan relajar tus músculos, voy a insistir en arrastrárte aún más con mi lengua por los canales que describe tu mejor ofrenda. Y sabés que mi adoración por todos tus labios es completa.
Nada más que esta cédula de notificación para que estés al corriente. Y que imagines tu merecido.

Será justicia.

En mis brazos.

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For many times I've tried, love has never felt as good.


Tu suave respiración me decía que dormías plácidamente mientras tu delicado rostro se ajustaba con precisión en el ángulo que formaba mi pecho y mi cuello. Sin más traje que nuestra piel, tus brazos se afincaban en los míos y, sueltos, completaban el recorrido entre dos cuerpos que, por siglos, buscaron ser uno mismo.

La madrugaba entraba en su fase más profunda así como tu sueño se dispersaba por los dominios de Morfeo. Me resistí a alejarme de esa fascinante contemplación de tu humanidad en armonía, al menos por un par de horas. Mis ojos se negaban a abandonar esa escena de confortable familiariedad. Esa misma sensación que tuve en el preciso instante en que fundimos el primer abrazo y rozamos nuestras manos.

Mucho tiempo es decir poco a la hora de imaginar los siglos en los que deambulé por lugares sin poder encontrarte. Y ahora que estás a mi lado, agradezco la preciosa causalidad del destino que nos cruzó al paso, ofrendándonos esta oportunidad, quizás única, de ser, al menos por hoy, un sólo cuerpo.

You make it easy by Air on Grooveshark

Puente.

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Hoy te busqué en la rima que duerme con todas las palabras...

Nos cruzamos en el momento justo de nuestras vidas en las que lo nuestro podía tener existencia real. Así es como siempre me lo has planteado y así es como lo acepté. Reafirmo que lo acepté porque si te hubiera conocido en cualquier otro momento, hubiera sentido el mismo impacto que sentí al cruzarte en mi camino.
Es cierto que quizás vos no hubieras estado dispuesta a embarcarte en la aventura de un gran amor, del verdadero amor. Pero, ¿acaso hoy las cosas no resultan profundamente complejas y oscuras como para pensar que este presente pueda afirmarse con fuerza sin nuestra aprobación?

Si algo callé es porque entendí todo, menos la distancia...

A cada instante de nuestras vidas tuvimos la libertad de optar y elegir qué era lo que queríamos para nosotros. Y este momento no escapa a esa premisa. Somos libres de ponderar nuestra alquimia y exorcizar el pasado que se mantiene aferrado sobre los supuestos de una ficción que no fue ni lo será. Lo más doloroso de todo es que lo sabés y aún así conjeturas acerca de tus culpas e inacciones que bien pudieran haber torcido ese instante de disociación en el que hoy te encontrás. Duele verte inmersa en tus castigos mentales que han transcendido las elucubraciones para pasar a ser motivo de insomnios o malestares físicos manifiestos.

Cruza al amor. Yo cruzare los dedos...

Hace bastante que ese puente está presente entre nosotros y se ha mantenido firme a pesar de los embates que han sufrido sus cimientos. Podés cruzarlo todas las veces que vos tengas ganas. Sabés que de este lado siempre te esperaré con los brazos abiertos, sin importar nada más que saberte dueña de mi corazón y mi todo. Animarte a ser feliz no puede ser motivo de angustia o hacerte presa de los miedos más diversos.

Ya estas aquí. Y el paso que dimos es causa y es efecto. 

De este lado del universo, hay una historia que se escribe en presente. Un precioso instante que sólo presagia buenaventura. Es intuición, es percepción felina y por supuesto, mi deseo más ardiente de concretarlo para colmarte de felicidad y entrega, gracias a un amor que jamás había experimentado antes.



Usa al amor... Usa al amor como un puente.

Empatía.

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La capacidad cognitiva de percibir en un mismo espacio lo que otro individuo siente se llama empatía. Y como capacidad es adquirible, se aprende, se enseña y se practica. Empatizo con vos, a cada instante, porque sé muy bien que las cosas no son fáciles. Sé muy bien que tus miedos te inmovilizan pero no pienso dejarme vencer por un instante de cavilación. Hay mucho por hacer para que esta historia pueda rendir sus mejores frutos y el amor contagie a los demás con nuestro ejemplo de libre elección y arrojo. Porque aquellos que aún se encuentran encarcelados en una obsesión pueden encontrar la llave que los libere de su encierro, comprendiendo las características que hacen de un amor, uno verdadero.

No hay anestesia capaz de destronar al amor ni tampoco al dolor del alma. Lo que se adquiere luego de incesantes ataques a la capacidad de amar, es perder sensibilidad pero bien puede recuperarse desarrollando otras áreas donde el amor aún no penetró. Y así te veo, captando cada entrega con asombro aunque con miedo a no poder replicarlo. Pero lo más fantástico de todo ésto es que has corrido tus límites para el amor y la entrega y no te has dado cuenta. Es un proceso milimétrico que requiere constancia y voluntad de perseverancia.

Porque el amor es inasible, inexplicable e incontrolable. No nace de la razón y tampoco es condicionado por ella. No podemos más que hacernos a la idea de que este amor todo lo puede mientras así lo queramos y si sucede de esa forma, nada ni nadie podrá destruirlo.


Te siento sufrir, te siento siempre cerca. No estás sola, nunca más.

Because.

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Love is old, love is new
Love is all, love is you 


Porque sí. Porque no quiero contrariar mi intuición felina, ni mucho menos a mi corazón (confieso que lo he hecho ya, y los resultados han sido negativos). Tampoco siento que sea una pérdida de tiempo o una causa perdida.
Mucho menos, pero muchísimo menos, considero que no haya esperanza.

Hold on to love... (luminous times). Such a nice song, don't you think? - Next time, maybe.

Así es como las cosas resultan hoy día, una continua afirmación acerca de los "porques" que nos guian hacia un no sé dónde. Si mi convicción es la correcta, vamos hacia allá. Sí, allí donde el amor se reinventa a cada paso y consigue perpetuar una novedosa forma de alimentarse. Un escape de la uniformidad, de la alienación generalizada que aterra a los mortales. No nos alcanzará jamás las generales de la ley. Siempre que sigamos visitando Utopía y nuestros magos y brujas cometan todo tipo de improperios, más allá de las tretas alquímicas contra el hombre descreído, contra el humano despojado de la divina imaginación.
Procurarnos nuestra salvación depende sólo de nosotros. Por ello y por tantas otras cosas más que las reservo para su oportuna deliberación, estoy seguro de que mis "porques" responden a todos tus "por qués".
Y es que hoy, me silencio a la espera de una claridad que algún día pueda destronar a esa certeza furibunda.

Because the world is round it turns me on.
Because the wind is high it blows my mind.
Because the sky is blue, it makes me cry.


La vida es más simple de lo que la imaginamos o la complicamos. Nunca digas nunca.

Enjoy the ride.

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Stop chasing shadows, just enjoy the ride.


Nómade te conocí, nómade te acompañaré.
Sin lugar donde dejar descansar tus huesos, 
Es esta la excusa para cuidar tus pasos.
A tu lado, caminando o corriendo, estaré.

Disfrutar el viaje, que sea la condición.
Sin más horizonte que un eterno infinito,
Hoy timoneás tu vida desde otra visión.
Una oportunidad única para la redención.

Sin más presagios que tus labios,
Elijo seguir andando y rodando.
Porque no hay atisbo de zozobra,
si el oleaje ha quedado en la costa.

Sobre tierra firme viajamos
y entre tus piernas descanso.
Mientras juntos estemos,
a nada más temeremos.

Amor sin ley.

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No hay marco formal para que el amor se consuma. Tampoco existe obligación de ceñirse a reglas pétreas. No intentes amar con el manual de vida que la sociedad nos fija. El amor está siempre dispuesto a romperlas. Y le encanta. Amar es hacerlo como nos sale. Amar es brindarse y disfrutarlo. Porque somos animales sociales, imitamos usos y costumbres. Pero también podemos hacer nuestro camino y crear. 

Porque amar es crear, y creer.

Creo en el amor verdadero que llega y nos inunda de luz. Un amor fácilmente identificable por la estela que deja a su paso. El amor que todo lo vulnera, todo lo arrasa, todo lo puede. Un amor que no se amolda.

El amor verdadero, es 'el molde'.

No temas al amor. Mucho menos al amor verdadero porque sin él, jugamos a vivir la vida de los otros, donde los moldes, roles y rutinas nos son incómodos. Aunque nos engañemos al principio, sabemos que no nos pertenecen, son impuestos.

No somos mercancías para el amor, no hay lucro en él. Tampoco precio. 

Si el amor verdadero llegó a tu vida, no lo desprecies. No lo pierdas, no lo ignores. Alimentalo, cuidalo, mimalo. Sólo él podrá darte la fuerza para enfrentar tus miedos y vencer. No hay fuerza más poderosa que el amor. Porque el deseo que motiva el amor, es el motor de la vida. Y porque el amor que vibra intensamente todo lo supera, todo lo entiende y también se presiente. Se siente.

Encendete, iluminate, viví intensamente tu amor. 

Es tuyo. 


Tuyo.

Idealista en construcción.

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En un mundo donde la gente vive alienada y se somete a la tiranía de la rutina, el consumo y la adoración del dinero, difícilmente pueda sentirme cómodo. Así es como siempre he sido visto como el raro, el idealista, el que pretende un mundo ficticio que no podría nunca ser concebido desde la codicia del hombre.

Es absolutamente cierto. Soy idealista porque pretendo ser parte de un mundo mucho mejor que el imaginable. Pero no me quedo con esa instantánea virtual o fantástica. Imagino como un arquitecto imagina a su obra terminada. Miro el terreno, analizo cuáles son las formas de limpiarlo y organizarlo de tal manera que pueda comenzar una construcción con cimientos sólidos y bases firmes.

No me quedo en la protesta ni mucho menos hipotetizo sobre cuestiones que no entiendo demasiado. Para ello tenemos nuestra capacidad de relacionar conocimientos y adquirir nuevos. No me limito a lo que se. Busco la información que me permita desarticular todas los por qué y los cómo. Y es aquí donde la cosa se pone más difícil porque bien sabemos que nuestra finitud atenta contra nuestra humilde o megalómana voluntad (según quién sea el idealista) de querer ver nuestra obra terminada. Por ello, siempre he de tener claras las palabras que Mahatma Ghandi elegía para hablar de la inmanencia, la trascendencia y la acción correcta:
"Lo importante es la acción, no el resultado de la acción. Debes hacer lo correcto. Tal vez no esté dentro de tu capacidad, tal vez no esté dentro de tu tiempo que haya algún resultado. Pero eso no significa que debas dejar de hacer lo correcto. Tal vez nunca sepas cuál es el resultado de tu acción. Mas si no haces nada, no habrá ningún resultado."

Así es como un idealista responsable hará lo posible por encontrar en la conciencia a su aliada y así utilizar dos herramientas fundamentales para exponenciarla al infinito: la empatía y la tolerancia. Tomar conciencia es un proceso individual en el cual la persona alcanza un nuevo conocimiento que modifica su conducta ampliando su espectro de comprensión para con su entorno y para con los demás individuos. Crear conciencia, en cambio, es la acción de propagar nuestra conciencia hacia los demás, acerca de los temas que le interesan a la humanidad como raza, en relación a su única casa y a todo lo que habita en ella.

La propagación o vectorización utiliza sí, esas dos herramientas fundamentales como la empatía y la tolerancia. Empatizamos con aquello que comprendemos como nuestro prójimo, ya sea adversario, enemigo, presa o depredador. Nos ponemos en los pies (o patas), del otro para intentar hacer una mirada comprensiva de su realidad y de su entorno, sus miedos, sus gustos y sus necesidades. Podemos empatizar con todo ser vivo que sienta como nosotros y ello ocurre con cualquier animal, así que comenzar por comprender que tenemos prójimos con más pelos, o plumas, o escamas, es la base de esa empatía que debemos aplicar. Y a partir de ese momento es cuando recurrimos a la tolerancia, que no es vernos como superiores y aceptar del otro lo que no nos gusta, sino poder comprender el por qué de su conducta y entenderlo cuando se ve desbordado por una realidad que lo supera.

Entre la empatía y la tolerancia podemos ir acercándonos hasta la bestia más salvaje y, en este punto, prefiero hacer foco en los animales humanos con rasgos fanáticos. Aquellos que hacen del dogma una verdad incuestionable y se dejan llevar por las malas pasiones que ponderan el culto a la personalidad, a una idea o a una religión. Piensen qué pasa cuando uno dice tener la verdad que otro reclama. Las verdades no se pueden alcanzar cuando los dogmas las enmascaran y las convierten en piedras inmutables.

Así es como la humanidad se ha desangrado en luchas por esa verdad que siempre fue, es y será relativa, puesto que cambia de perspectiva siempre que cambie el observador. Les pido que hagan el ejercicio de preguntarles, a las personas que ustedes elijan, qué es lo que entienden por amor. Las respuestas serán siempre diversas. Es la ontología particular que cada uno le da a lo que considera, en este caso, el amor. Combinado con la pasión, un dogma llega a ejercer la violencia y dejar de lado todo intento de racionalidad. La pasión es una reacción humana que pareciera provenir desde nuestro aspecto más irracional, aunque siempre sentimental. Por ello, dominar las malas pasiones, nos permiten dar rienda suelta a las buenas pasiones, entendiendo por ellas a todas las acciones que emanan de un espíritu alegre y amoroso.

Cuando una masa crítica de vectores de conciencia hayan logrado empatizar y tolerar con otra gran masa de potenciales vectores, el proceso se tornará irreversible y estaremos dispuestos a dar ese salto evolutivo como especie que nos permita superar las miserias, las maldades, la perfidia y la mayor de todas las desgracias en las que el hombre continúa en reproducir: la guerra.
Crear conciencia es sembrar semillas de curiosidad, es jugar a los juegos de la mente. Juguemos pues.

El rito.

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Suelo aprender a puro latigazo. Donde el cuero sangra y la piel no alcanza, allí mismo me curto, siendo sometido a las pasiones que la carne me propicia. Y pierdo otra vez en un ejercicio donde las hostilidades se apartan de la entrega y la pasión, dejando paso a la vanidad y la egolatría de una marrada elección amorosa.

Sin más que la esperanza de encontrar, alguna vez, eso que desafiara al tiempo y me impulsara a una aventura única donde fueran protagonistas los sentimientos más hermosos, decidí abrirme camino hacia el desierto más temible. Sediento caminé sin tiempo. No alcanzaba el horizonte para dimensionar su extensión. Nada más que un sol impiadoso y el viento, hostil, me latigaba con piedra molida, llamada, desacertadamente, arena.
Pero al menos hoy, el desierto no parece tan...

Si me imagino en un oasis, allí donde vos apareciste como un milagro inexplicable, entiendo el por qué de un descanso sabático donde recuperar las fuerzas perdidas en previas contiendas estériles. Fuiste agua abundante y fresca para mi sed. Pero no logro vislumbrar la dimensión de tus dominios... ¿hasta dónde es que llegan tus encantos y por cuánto me quedaré en estas fértiles tierras donde se abona mi más profundo y verdadero amor?
Si las certezas no abundan tampoco las respuestas y así me encuentro, y así me sueles encontrar, en cualquier lugar. Nada fue ni será casualidad, un grado de compresión mayor nos explicarían la razón de ser de nuestras serendipias cotidianas.

Tu misteriosa forma me lastimará
pero a cada segundo estaré más cerca.
Paralizándome jamás podré esperarte
y no tengo porque esperar
en un altar de sacrificios,
solo meterme en tu ritual
y descifrar tu enigma.

Casualidad, causalidad, serendipias, asombro, incontenible alegría, inexplicable sinrazón, un vórtice acelerado hacia la pasión. Pasión y euforia. Lanzarse y animarse. Unirse y contemplarse. Apoyarse y salvarse.
Claves de un enigma que pienso descifrar. Fases de un ritual que apenas comienza...

Eros y Psique.

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Era tanta la belleza de Psique que el culto a la diosa Venus se vio amenazado. Ya no había fieles ni peregrinos en sus templos sino que todos creían que la diosa misma había reencarnado en Psique. La diosa, iracunda por la novedad, decidió castigar con toda dureza a la mortal, aún cuando ésta no tenía la más mínima intención por suplantarla. Tramó una terrible venganza: maldiciéndola, la deseó que no encontrara el amor sino en el más terrible de los engendros. Para ello envió a su hijo, Cupido (también conocido como Eros), para que la hiciera enamorarse de la criatura más vil y maléfica.

Ella era tan hermosa, tan frágil e imponente a la vez, que recogía envidias femeninas y desilusiones masculinas por doquier. Estaba acostumbrada a no ser parte de nada, a estar varada en un mundo que no le era propio, o al menos, no sentía que lo fuera. Todo le resultaba extraño y así solía ser vista por los demás. Una belleza extraña, indómita, que la colocaba lejos de todo y cerca de nadie.

El tiempo pasaba y la joven no encontraba esposo; tan divina era que quienes la pretendían, al contemplarla, no podían creer lo que sus ojos les devolvían y se acobardaban, marchándose avergonzados. Psique tenía dos hermanas muy bellas también, pero de una belleza mundana, lo que les permitió desposarse dentro de sus elevadas pretensiones. Un día Psiche fue junto a sus preocupados padres a consultar al Oráculo de Delfos para pedirle consejo. La respuesta no fue la que esperaban: se les pidió que ataran a la bella joven a un alto acantilado en la costa de un profundo precipicio. La saludaran a la vez que pronunciaran plegarias y finalmente la abandonaran para que, al cabo de un tiempo, su futuro esposo la recogería. Aquella criatura no sería más que la espantosa y vil promesa que Venus había indicado a Cupido que atara a su destino. Cumplieron su tarea y, entre sollozos y lamentos, abandonando a Psique a su suerte.

Luego de varios estrellazos amorosos en los que conoció la maldad y la perfidia, de buscar y no encontrar su lugar ni a su compañero, continuó indómita. Esperando por la paz de aguas quietas, cruzó a un candidato que ajustábase a ese momento de zozobra permanente. La desposó y la hizo madre. Pero la sensación de extrañeza e incomprensión seguía vigente y ampliaba la brecha de contacto con el mundo, más y más. Sus zonas de reserva se hacían extensas y la comunicación no era más que un litigio constante. Se fue apagando poco a poco, pasando cada vez más tiempo en sus dominios nocturnos donde nadie podía dañarla, tampoco asirla. Se disociaba, se confundía con su doble de espíritu, pero no podía darse cuenta de su progresiva y terminal situación de entrega... a la muerte en vida.

Y allí, y de esa manera, la encontró Cupido, que llegaba con su arco, armado para cumplir con la sentencia de su furibunda madre. Pero cayó rendido por su propia flecha, un cazador cazado ante la auténtica y divina belleza de Psique. Así fue como Eros llamó a Céfiro, quien con su soplido se llevó a la hermosa mujer a un oculto lugar, resguardándola del alcance de Venus y guardándola para el flamante enamorado. El lugar que eligió para cuidarla y recuperarla era un exquisito refugio, al que llegaba la suave brisa marina, delicadamente decorado y provisto de todas las comodidades que cualquier mortal o divinidad pudieran imaginar o desear. Las habitaciones, perfumadas. Había un ejército de sirvientes invisibles que accedían a todos los pedidos y deseos de Psique. Allí mismo, y cada noche en la que la oscuridad ganara su lecho, Cupido llegaba para amar a Psique, llenándola de caricias y besos, sintiéndolo, pero no pudiendo verlo. Después de innumerables acometidas, a la dulce muchacha, quien no soportaba la incertidumbre de no saber cómo lucía su ahora gran amor, se le prohibió verlo, bajo la más terrible de las amenazas. En un principio, aunque con cierta reticencia, confió en su amado. Cada noche, cuando la oscuridad se adueñaba de la casa, la pareja se reunía en el lecho experimentando toda su felicidad.

Lo conoció cuando no lo esperaba, aunque existe la duda acerca de si su llamado no fue escuchado por los dioses. Tampoco él imaginaba cruzarse con tan bella dama y caer a sus encantos sin siquiera poder oponer la más mínima resistencia. Era inevitable, ineluctable. Su pasión se desató con bravura y no cesó hasta cercarla con sus hábiles armas y ofrecerle todo su amor en ráfagas interminables. Se presintieron al inicio y supieron que ese circunstancia excepcional donde la vida los alineó en el mismo tiempo y espacio no era para dejarla pasar. Y se entendieron como nunca antes los habían entendido, sus almas estaban en sintonía perfecta y digitaban serendipias que se ofrendaban mutuamente. Se conocieron y se amaron sin los ojos. Mas sus almas ya estaban conectadas por la magia de un amor que todo lo puede, aun ante los desafíos más atemorizantes.

Mientras Psique disfrutaba de su gran amor, sus hermanas se encontraban preocupadas por la suerte de la bella joven y así fue como se dirigieron al acantilado para buscarla. Sus lamentos y llamados llegaron a oídos de Psique quien se encontraba en su nueva morada. Atormentada por la culpa, le contó a su marido "sin nombre" su angustia. Él le advirtió de lo perjudicial que sería un encuentro con sus hermanas pero accedió ante los encantos de la hermosa Psique. Eso sí, no debía develarles su misteriosa relación. Entusiamada ante la posibilidad de verlas, le pidió a Céfiro que las transportara ante ella. Las hermanas pudieron entonces verla, quedando muy impresionadas con los lujos que la joven disfrutaba. Psique no pudo evitar contar a sus hermanas acerca de su situación, desobedeciendo las alertas de Cupido. Lo cierto es que Psique compartía sangre con sus hermanas, pero no sentimientos, es por eso que ellas fueron consumidas por la envidia que les provocaba su felicidad. Idearon un malévolo plan: intentarían destruir la confianza de su hermana en su amado, convenciéndola de que la razón de su invisible presencia era debida a que él era monstruoso de aspecto y que sus intenciones eran de las más nefastas para con ella.


Y los miedos llegaron luego de un tiempo de felicidad e intenso amor prodigados entre ambos. Su pasado cercano y su espíritu indómito hicieron que sus dudas se acrecentaran y desconfiaran de la proyección y fortaleza de ese amor idílico que estaba viviendo. Sus recuerdos de momentos pasados la arrastraban a la duda y la alejaban de ese frágil presente que requería un esfuerzo que no sentía poder aportar. Y así fue como decidió apartarlo de su vida. Prefirió mantenerse aislada, dejar que el tiempo ordenara sus sentimientos y sensaciones al respecto. Su decisión no fue más que una prueba para ese amor tan intenso como genuino que quería preservar pero, a la vez, cuestionarlo desde lo más profundo. No estaba dispuesta a  arriesgarlo todo por la euforia de un encanto circunstancial, necesitaba saber si era lo que había estado buscando desde siempre. Y así fue como se encerró en sí misma, a pesar de las interferencias constantes que sentía provenían de su entorno, pidiéndole quedarse con lo conocido, resignando su felicidad y volviendo a esa muerte en vida. Gris.


Así fue como la natural curiosidad y desconfianza femenina, provocaron la desgracia: una noche, mientras descansaban al término de una apasionada velada, Psique se levantó y, retirando las sábanas, pudo ver la imagen prohibida del dios. Obnubilada y cautivada por la belleza de Cupido, no se percató que el aceite de la lámpara que iluminaba la escena había caído sobre él, quemándolo y despertándolo. Cupido sólo atinó a decir: "El amor no puede vivir sin confianza" y con esas últimas palabras la abandonó, haciendo que ambos se sumieran en una insondable tristeza. El dios cayó enfermo y Venus aprovechó la culpa que pesaba sobre ella para elaborar una serie de pruebas que la joven debía pasar y cumplir si pretendía retornar a los brazos de su hijo. Psique incluso llegó a intentar  suicidarse, sólo el amor impidió la consumación del acto.


Entre Escila y Caribdis se encontraba y a la costa debía llegar, sana y salva. Comenzó a desenredar la madeja de hilo de miedos, angustias y dudas, con la ayuda del tiempo y la esperanza de hacer de ese amor, que sentía vívido y pasional, como ninguno, único y perenne. Para ello trabajó en su laberinto descartando cada uno de los caminos que la alejaban de su objetivo de felicidad. Aprendió los mecanismos del amor, que habían sido esquivos hasta ese momento, y que le ayudaron a comprender su capacidad de entrega y esfuerzo necesario para ofrendarse y recibirlo como él lo hacía. Se animó a vivir intensamente, sabiendo que su paso a la inmortalidad requería de una prueba en vida. Su entrega al amor desinteresado, a ese amor verdadero y profundo que sólo encontraba en los ojos y los besos de su amado. Lo sabía desde siempre, mas sus miedos conspiraron, a cada instante, para hacerle la travesía más y más complicada.


Apenada por la ausencia de Cupido y extrañándolo sin cesar, Psique comenzó la búsqueda y se encontró con Venus, quien le interpuso todas esas pruebas imposibles para los mortales, buscando que la bella dama claudicara en alcanzar a su amado. Separó milímetricas semillas, juntó agua negra del terrible río Estige, conoció el Hades, atravezó el río de la muerte junto a Caronte, trajo la caja de la belleza de Proserpina para Venus, no sin antes abrirla por su incontenible curiosidad. Sin embargo la mortal cumplió con todas y cada unas de las tremendas pruebas, por supuesto que con la inestimable ayuda de circunstanciales que caían rendidos ante la belleza de Psique.

Y surgió al final triunfante entre sus miedos, dudas y pasado. Logrando aprender la prueba que la vida le había interpuesto y que requirió de todos sus esfuerzos para llevarla a cabo. Lo hizo por amor, y con el amor que había recolectado a cada instante de esa travesía. Un amor que él jamás dejó de propinarle con sabiduría y en la dosis justa que impulsara e incentivara su aprendizaje. 

Todo terminó felizmente. El Amor y el Alma (que es lo que significa Psiqué en griego) se buscaron y tras duras pruebas se encontraron. Y esta unión no debía romperse jamás.

Long Goodbyes.

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Cuando era chico, más bien niño, (porque todavía me siento un chico en muchos aspectos), solía ir por la calle cantando o tarareando alguna canción según la ocasión. Dependía quizás del tema que sonaba en la radio en ese momento y, si era una banda de rock progresivo, mucho más probable que estuviera en mi boca.

Muchos de esos temas que han sido reproducidos desde mi megáfono aniñado aún suenan en mi cabeza, tal es así que hace poco más de un año, en un momento en el que no sabía si la mujer de mi vida sería parte de la mía, aún a pesar de un choque colosal de planetas ocurrido en el preciso instante en que nos cruzamos, comencé a tararear nuevamente un tema de mi infancia:

Long Goodbyes, de la banda inglesa Camel.


Es una canción triste por cierto, pero contiene la perfecta dosis de incertidumbre y esperanza acerca del por qué de las despedidas que uno atraviesa a lo largo de su vida. Bien uno puede querer cortar rápidamente con situaciones o relaciones que no hacen más que perjudicar el presente de los afectados. Así es como uno resuelve con celeridad y/o precisión de cirujano y se despoja de aquello cancino, fenecido o por fenecer. Es cuestión de sobrevivir, sería una conclusión obvia. Asumir la pérdida y consumar el final.

Pero la cosa se complica cuando no estamos seguros del por qué de las decisiones que nos llevan a emprender ciertas despedidas que se tornan eternas, simbólicamente cargadas de anclajes y lastres emocionales, que impiden que partamos de una vez y sigamos viaje.

Quizás debamos entender que uno está siempre de viaje en esta vida y las circunstancias vividas nos ponen en una permanente función móvil donde nada es estático, ni siquiera los afectos más arraigados. Quizás debamos asumir la finitud de nuestras existencia y entregarnos a la pasión de vivir cada experiencia que la vida nos regala con la intensidad que se merece y por el tiempo que nuestras ganas y nuestra inmanencia lo permita.

Asumirnos mortales, recordar nuestra finitud y comprender que la vida es una gran colección de vivencias cargadas de emociones de las más diversas, parece simple pero no lo es, en absoluto. Nuestra comprensión no siempre es internalizada y nuestro miedo a perderlo todo conspira contra nuestra propia felicidad, nos lleva a "morir", aunque estemos vivos, pero muertos por dentro puesto que, como decía el pensador Bertrand Russel: "Temer al amor es temer a la vida, y los que temen a la vida ya están medio muertos."

Hace bastante he aprendido que cada momento debe ser vivido con la intensidad que las circunstancias lo ameritan, sin guardarse nada, sin dejar cosas en nuestras mentes que luego nos generen frustración por lo no hecho. Cuantos menos "si hubiera" nos quedemos en nuestra cabeza, en más felicidad y/o tranquilidad redundarán nuestros actos. Porque la vida es una sola y nuestra tendencia es a huir de aquello que nos implica acercarnos a las despedidas, puesto que creemos que ellas son pequeñas muertes, y confundimos cuáles son aquellas experiencias que merecen todo nuestro goce y esfuerzo por hacerlas únicas.

Y así es como una larga despedida pasa a ser un cuento diario en el cual finalmente entendemos que saludar con un beso, cada día, a nuestros seres queridos y decirles cuánto los amamos, sabiendo que podemos no volver a verlos, nos obliga a vivir intensamente, a no dejar de amar por el temor a sufrir esa partida que inexorablemente llegará cuando nos toque arribar al fin de nuestro único e irrepetible viaje, la vida.

Para vos, igual que ayer: Slipping Away.

Nothing compares to you.

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It's been 7 hours and 15 days since you took you love away.


Pasan las horas, los minutos y segundos.
Pasan los días y pasan las noches de Luna.
Pasan las mañanas y las tardes de lluvia
Pasa el tiempo y nada reemplaza tu ausencia.

Es que no extraño tan solo tu presencia,
Extraño tu dulce voz, mucho más, llamándome "cielo".
No extraño sólo tus besos,
Extraño robártelos, arrancártelos y que te dejes.


Pasan los potenciales momentos felices,
Pasan los cientos de veces que te diría "te amo".
Pasan inexorables mis pasos sin los tuyos.
Pasa la vida -que no es vida- sin tu sonrisa.

Es que no extraño tan sólo tus labios,
Extraño tus palabras, profundas o banales,
No extraño sólo tu cuerpo,
Exrtaño abrazarte, recorrerte, que me recorras.


Porque nunca antes mis brazos vibraron así,
Ni mi corazón latió jamás como lo hizo con vos.
Nunca antes mis piel se erizó tanto por nadie,
Nunca tuve la sensación de extrañar como te extraño.



Con vos conocí lo que amar verdaderamente es.

Potencial.

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¿Y si tu manera de ser para conmigo o cualquier hombre,
y si tu estructura ética, tu capacidad de cautivarme,
tu calidad literaria y tu inteligencia, tu bagaje cultural,
o tu destreza a la hora de argumentar,
si tu forma de llegar a cualquier interlocutor,
explicando lo más complejo,
o si tu dulce forma de ser una niña mujer,
son nada más que cualidades tuyas y no idealizaciones mías?

¿Y si tus besos, tus abrazos, tu cuerpo esculpido,
y si tus ojos color del tiempo,
o tu boca que me provoca,
y tus pechos que me convocan, 
son nada más que realidades y no expresiones mías?

Si pudieras ver que te conozco como nadie,
¿dudarías acaso de mis intenciones para contigo?
¿dejarías de pensar que todo se diluiría y ya?
Si pudieras aceptar que todo esto te supera,
pero que no implica resignarse a perderlo.

Si supieras que no pretendo ser tu tirano,
mas no quiero tampoco ser tu amo,
Si supieras que mi vida cambió por completo
el mismo día que apareciste en mi libreto.

Sabrías sin dudarlo que no hay miedos,
ni siquiera los más complejos,
que puedan arrancarnos de este proceso
en que los dos somos dueños.

Tuyo, mío, nuestro.

Cartas Apócrifas II.

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"Buenos días, 12 de octubre. Las horas sin ti ya son insoportables. No puedo más que pensarte y ansiar tenerte en mis brazos. Pero se bien que la espera es larga. Y probablemente no haya oportunidad en esta vida de hacerlo. ¡Ay mi vida, mi todo! ¿Qué clase de encrucijada del destino nos puso en esta disyuntiva? ¿Pueden acaso ser los dioses tan crueles de habernos hecho para sufrir esta mortal aporía en vida?


Aun así, mi esperanza no claudica, mi todo. Espero sientas mi compañía en cada uno de tus días, mas por las noches sueña conmigo, atrévete a pensar en un futuro a mi lado y que sea en esta vida. Más precisamente en nuestros días.


Alégrate y siénteme allí a tu lado, con tu música favorita provocando tu sonrisa y danzando nuestro vals del reencuentro. Lo demás que tenga que ocurrir y deba ocurrir con nosotros, los dioses habrán de enviarlo...
No desconfíes jamás del fiel corazón de tu enamorado Ludwig. Eternamente tuyo, enternamente mía, eternamente nuestros. Hasta cada momento, mi amada inmortal."

Sin los ojos.

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Tarde gris y lluviosa. Nos reservábamos los colores para nada más que los dos. El mundo ajeno. Un mensaje, un lugar y una hora de encuentro. Nada programado, ni nada por programar, hacían pensar en un momento sublime como el que estaba por pasar.
Minutos de incertidumbre hasta dar con un lugar discreto donde esconder -todavía- un amor prohibido pero más genuino, que ninguno otro, en kilómetros de distancia. Una habitación a oscuras, no a pedido, ni por capricho. Sólo el destino así lo quiso.

Sin los ojos, como si fuera una condición impuesta para conocernos, en todo sentido. Primero en alma y luego en cuerpo. Conocernos en penumbras resultaba un desafío a los demás sentidos. Tus dedos, recorriendo cada palmo de mi pecho mientras mi nariz se hundía en tu cuello para capturar tu aroma, inequívocamente tuyo, y en ese preciso momento, ya todo mío.

Y nos amamos por horas, por días, sin tiempo, sin complejos pero perplejos, por lo mágico del momento. Sin los ojos, como cuando comenzamos a reconocernos como espejo uno del otro, en tus letras, en tus párrafos, en tus contiendas y en tus ensayos.

Del laberinto, todavía no hemos escapado, y aún así, nos guiamos mutuamente con indicios de saber que ahí estamos, a la espera de un paso que nos devuelva la senda compartida, el tránsito mutuo por un camino de nómades criaturas que aprendieron que la vida se camina, no se estanca ni se afinca, pero juntos, eligiéndonos día a día.

Indicios como el que nos dimos cuando nos vimos los rostros por vez primera y mi corazón decretó su devoción por tus ojos color del tiempo.

Dream about me.

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Sueña conmigo y hazlo despierta.
Sueña con poder saciarte, sedienta.
Sueña con dar y recibir amor sin condiciones.
Sueña con estar en silencio y sin objeciones.

Sueña conmigo y hazlo insomne.
Sueña en colores y que te apasione.
Sueña sin sueño pero hazlo sin miedos.
Sueña canciones y que sea en estéreo.


Sueña conmigo y hazlo dormida.
Sueña las fotos que nos dan vida.
Sueña momentos y charlas conmigo.
Sueña esos sueños en donde te mimo.

Sueña conmigo y por las mañanas.
Sueña con hoy y fija coordenadas.
Sueña que la distancia no tiene sentido.
Sueña que esta noche vuelvo contigo.

La luna brilla por ti.

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La noche se cerró y las estrellas que no alcanzan.
Sin tu luz no hay Luna que brille para mí.
Ella fue un ángel que siempre me ha guiado en cada noche.
Son tiempos de espejismos y necesito tu luz para llegar a un claro.
Abre tus alas, brilla para mí.


La nuit est belle 
Approches-toi de moi 
Ouvres tes ailes 
La lune est telle un ange 
Veille sur toi 
Si tu as peur d'apprendre à voler 
Les battements de mon coeur 
Disent je suis tout près.

As the world falls down.

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La buscaba de todas las formas posibles, incluso la confundió más de una vez en la figura de otras, pero ella no aparecía o siquiera brindaba indicios de que allí estaba, tan cerca pero tan lejos. Era una realidad, fuera de su limitada comprensión, de que su historia comenzaría mucho después de lo que ellos lo hubiesen deseado.

Nada hacía pensar que algún día encontraría a la dama que una vez divisó entre sus recurrentes pasadizos de ensueño. Creía que tal vez no fuera su tiempo, ni el de ella, para que ello ocurriera pero, sin dudas, que si el destino quisiera que sus almas se cruzaran, no habría vuelta atrás. Una vez que sus cuerpos se fundieran, sería para siempre como cuando los milagros ocurren y no hay ciencia capaz de descifrarlos.


Y su suerte fue echada una noche en la que percibió toda su intensidad a través de sus letras arañando su piel, erizándola sin piedad y provocándole esa maravillosa sensación de que la búsqueda había terminado.

Y se sedujeron noche tras noche. Y se reconocieron el uno al otro sin dimensionar acaso lo que se habían provocado mutuamente.

Incrédula ella, visionario él.


Le inquietaba mucho no saber si podría llegar a identificarla una vez delante de ella. ¿Sería acaso capaz de percibir a esa mujer sin más certezas que lo que la intensidad de sus latidos pudieran insinuar?


En la fusión de su primer abrazo, fue su corazón quien se encargó de decirle que era ella. Al galope sincronizado de un latir que surge nada más que de la pasión de ese amor naciente, se expresaba y golpeaba que sólo a ella estuvo esperando por siglos y siglos.


Jugaron a perseguirse, a alcanzarse, a perderse y encontrarse, por un laberinto de verdes ligustros, sin saber que su felicidad dependía enteramente de salir sanos y salvos de él.


Juntos, aunque el mundo se desmoronara, así lo harían.


Ecos.

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Strangers passing in the street

By chance two separate glances meet

And I am you and what I see is me





En una esquina de la vida, en un instante de la existencia, en apenas un suspiro en la eternidad, allí mismo, en ese preciso e inesperado momento, ocurrió nuestro primer cruce de miradas.

El carácter virtual del fenómeno no le restaría ni le sumaría nada más que un canal diferente y una condición: la construcción fuera de la mirada real de nuestras apariencias circunstanciales.

Pero fue el hecho de sabernos contemporáneos y contar con la ventaja de la cercanía espacial, la que me provocó una cadena inexplicable de imágenes que me hacían más que próximo, mucho más, tanto más que calificar a esa secuencia final de destino ineluctable, no me pareció descabellado ni tampoco, mis labios y mis dedos, se privaron de expresarlo así. De hacerlo saber, de gritarlo a los cielos, no sin antes asombrarme de la intensidad del encuentro, de ese choque de estrellas, de esa conjunción astrológica que animaba mi razón a despojarse de toda explicación. 

Y caí en la cuenta de que estaba ante esa oportunidad única, en la que la vida nos regala la posibilidad de comprender todo aquello que antes sólo leía, escuchaba o se manifestaba en otros afortunados, pero que no interpretaba, acerca del amor y su inexplicable condición arrolladora. 

Si nunca antes me había sentido así de comprendido, ni siquiera dimensionado, era porque tampoco yo demostraba demasiado interés en abrir esa coraza que siempre mantuvo a mi orgullo a salvo. Ya no importa hacerlo, tampoco necesito guardar ningún secreto puesto que me he encontrado desnudo de toda desnudez. 

Me asombra no tener que seguir buscando razones para justificar mis percepciones o decisiones. Ya nada me sucede sin estar imbuido en la magia serendípica de una conexión indestructible. 

Cuando esa concatenación de eventos, o de tan solo evocaciones, irradian esa presencia siempre cercana, aunque no sea física, entiendo el por qué de mis primeras sensaciones. Sensaciones que me transportaban a un pasado o a un futuro, en fin, a un no-temporal, que nos hallaba unidos en una alquimia covalente, indisoluble e inmanente.

Una unión forjada en este presente que no es, ni nada más ni nada menos, que el único presente que esta vida nos ofrenda como reliquias de otras vidas mitológicas que nos han convocado a través de los ecos de los tiempos inmemoriales. No sólo para conocer las posibilidades que el concepto de amar encierra, sino para seguir explorando sus dimensiones, hasta que transmutemos nuestra materia hacia otros horizontes metafísicos y otros desafíos fuera del alcance de nuestra razón.



Cartas Apócrifas I.

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"Buenos días, 4 de octubre. Anoche, mientras vagaba entre sueños oscuros y silencios asfixiantes, percibí una lejana luz como si de un faro se trataba. Atravesaba un mar calmo que Morfeo había preparado para mí.
Navegué en una barcaza pequeña, con un sólo tripulante, quien habiendo llegado al lugar de donde esa luz provenía, se aprestó a exigirme el óbolo por esa funesta tarea. Sin saberlo, escupí una moneda que mascaba desde vaya a saber cuando. El extraño me reverenció a la vez que yo descendía ante el temor de lo desconocido.
Me repetí una y mil veces, ¿Por qué habrá que estar separados, cuando se ama así? Recordándote. Sabiéndote lejana, aunque también sintiendo tu presencia allí mismo, lejos de todo, cerca de nadie. Tu amor me ha hecho al mismo tiempo el ser más feliz y el más desgraciado. Ya te lo he dicho en aquella carta del 15 de septiembre.
Ángel, volviendo a mi onírica, es allí cuando veo y escucho tu llamado, tu voz, tu figura, llamándome, rogándome que corriera a tus brazos para cobijarte en aquello que parecía la eternidad de los tiempos.
El más bello de los valses sonaba desde los cielos, casi como si pudiera ver a un ejército de ángeles ejecutando sus compases con una precisión divina y una majestuosidad que no puede encontrarse jamás en la imperfección de nuestra limitación humana.
Y no dudé en abrazarte, no tardé ni un segundo en asirte y danzar contigo en esa penumbra que era atravesada por ese mágico haz de luz que irradiaban tus ojos color del cielo. Una maravillosa canción que ni el grandioso Amadeus, el austríaco, hubiese compuesto jamás.
Estate tranquila. Tan sólo contemplando con tranquilidad nuestra vida, alcanzaremos nuestra meta de vivir juntos. ¡Cuánto anhelo de ti... en ti..., mi vida... mi todo! 
Adiós... ¡Te espero la eternidad y más! No desconfíes jamás del fiel corazón de tu enamorado Ludwig. Eternamente tuyo, enternamente mía, eternamente nuestros."

Sal de Uruk, Lilith.

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Extrañaba tus besos y no habían pasado siquiera horas
de la última degustación de tus labios.
Extrañaba tus brazos y tampoco resultaba borroso
el recuerdo de ellos enlazándose en mi cuello.
Te extrañaba como si la distancia en el tiempo hubiera sido tal,
que una vida humana no alcanzara para dimensionarla.


Y te extraño.


Si esta forma de extrañarte ocurría cuando las horas sin vernos eran breves, en la mente de cualquier mortal, imagínate ahora que pasan los días y mi vida transcurre entre suspiros y recuerdos...
Recuerdos de la última vez que vi tu rostro en el lecho, mientras te contemplaba, arreciando tus costas.

No recuerdo en toda la eternidad, haber extrañado tanto a alguien más que a vos, porque jamás hubo ese alguien escrito y descrito en leyendas, mitos y textos sagrados. Tampoco entiendo porqué vuelvo a caer en esta tortura pendular que sólo se corta con tu divina presencia.

¿Habré pagado yo, mi maldito karma? ¿Acaso estás dispuesta a seguir pagando vos, mucho más?
¿Entra lo justo en esta ecuación? ¿Es entonces justo, privarnos de nuestro épico encuentro?¿Podremos hacer real el curso de una vida renovada transitada juntos?
¿Será ésta una historia dispuesta a superar cualquier cosa que se proponga?

Siempre te hablé de destinos. Y los torné redundantes, haciéndolos ineluctables aunque peligrosos, para tu indómita alma. Te pido entiendas que siempre soñé a mi lado a la mujer más indomable en la que Lilith haya reencarnado. Pues entonces, sal de Uruk, Lilith. Sal.
No pretendo domarte, no estoy dispuesto a ser domado tampoco, aunque mi astucia me haya valido duros castigos por parte de Zeus. Ambos anhelamos la libertad y ambos podemos orientar ese futuro esquivo sin condiciones. Sin miedos, más que los que nos de, el vértigo de sabernos héroes, sólo por hoy, juntos.

Cuando tuviste esa extraña oportunidad de ser digna protagonista de un engaño más al Hombre, como castigo de los dioses, encarnándote en la hermosa y primerísima Pandora, pudiste saber esconder ese arma que hoy puede asistirte en tus deseos de huir de esa cárcel que Epimeteo te ha construido, no sin habilidad culposa.
Porque la Esperanza se mantuvo a salvo en el fondo de tu inquietante caja. Es hora de sacarla de allí y hacerla florecer entre nosotros. Sin ella, todo habrá sido en vano porque ella, y sólo ella, puede devolvernos la posibilidad de escurrirnos en la inmortalidad de los tiempos, desde el hoy.


Aquí y ahora. Por siempre tuyo.

Prometeo

A mi amada inmortal

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"Buenos días, 15 de septiembre. Todavía en la cama se agolpan mis pensamientos acerca de ti, mi amada inmortal; tan pronto alegres como tristes, esperando a ver si el destino quiere oírnos. Vivir sólo me es posible, o enteramente contigo, o por completo sin ti. Sí, he resuelto vagar a lo lejos hasta que pueda volar a tus brazos y sentirme en un hogar que sea nuestro, pudiendo enviar mi alma al reino de los espíritus envuelta en ti. Sí, es necesario. Tú estarás de acuerdo conmigo, tanto más conociendo mi fidelidad hacia ti, y que nunca ninguna otra poseerá mi corazón; nunca, nunca... "¡Oh, Dios mío! ¿Por qué habrá que estar separados, cuando se ama así? 
Y así mi vida aquí en Viena, como es ahora, es una vida miserable. Tu amor me ha hecho al mismo tiempo el ser más feliz y el más desgraciado. A mis años, necesitaría ya alguna estable regularidad en mi vida. ¿Puede eso existir en nuestra conexión?... 
Ángel, acabo de saber que el correo sale todos los días. Y eso me hace pensar que recibirás la carta en seguida. "Estate tranquila. Tan sólo contemplando con tranquilidad nuestra vida, alcanzaremos nuestra meta de vivir juntos.
Estate tranquila, quiéreme. Hoy y ayer. ¡Cuánto anhelo de ti... en ti... en ti, mi vida... mi todo! Adiós... ¡quiéreme siempre! No desconfíes jamás del fiel corazón de tu enamorado Ludwig. Eternamente tuyo, enternamente mía, eternamente nuestros."



"Alégrate, sé mi más fiel y único tesoro, mi todo como yo para ti. Lo demás que tenga que ocurrir y deba ocurrir con nosotros, los dioses habrán de enviarlo... 

Hasta cada momento, mi amada inmortal.