Coloquios I.

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-¿Tengo necesidad de decir lo que siento?
- Depende de vos... Si así lo sentís entonces no habría ningún problema con tu libertad.
- Pero digo... ¿es algo que deba hacerse costumbre si así resultan las cosas en una relación de pareja? Me refiero a si es indispensable para que ambos sepan que uno no guarda u oculta cosas que al otro puedan hacerlo sentir fuera de su vida.
- En absoluto. De todas formas, no es lo mismo una zona de reserva que comunicar, como parte diario, todo lo que nos pasa y sentimos al otro. La primera sí es una acción individual que tiende a generar distancia en la pareja y tal vez, pueda generar fisuras terminando con todo lo construído. La segunda sería inútil porque permanentemente estamos sintiendo y pensando cosas temporales que no definen nuestro ser y que quizás tornan confusas las apreciaciones que el otro pueda tener de nosotros. Me refiero a lo variable de nuestro pensamiento. Para eso es mejor la acción que las palabras.
- Puede ser... pero sigo pensando que quizás debería haberle contado que nunca dejé de pensar en lo mal herido que salí de la relación con mi ex. Si ella lo supiera, entendería porqué no me gusta discutir o prolongar las rencillas mínimas o incluso las graves. Necesito que los conflictos se soluciones con celeridad.
- Es un buen comienzo que te hayas dado cuenta. Es probable que lo hayas hecho por temor a que ella confunda ese dolor con sentimientos aún vigentes por tu ex. No hay nada más sincero en una pareja que decirse las cosas cuando implican un crecimiento para ambos y refuerzan el vínculo. Si lo hubieses pensado en estos términos, capaz que hoy no estarías lamentado su enojo por tu propia estupidez.
- Es que la inseguridad que tengo a veces no debe ser revelada a NADIE. Ni siquiera a ella. Es como si ofreciera gratuitamente mi "know how" para hacer conmigo lo que quieran. El problema es que no sólo incluye lo bueno sino que también me puede llegar a condenar a un sufrimiento que no estoy seguro de poder tolerar. No dos veces, no more. Nevermore!
- Y sí... es lógico y la verdad es que puedo comprenderte. Pero no estoy seguro que estés valorándola como ella se merece. Si vos mismo me dijiste que cuando la encontraste sentiste que estabas ante la mujer de tu vida, esa que jamás te atreviste a buscar ni tampoco creíste que existiera. Ella es capaz de entender y sabrá discernir lo central de lo accesorio. Ustedes no pueden, ni quieren, tener zonas de reserva para con el otro.
- Si, por eso. Mi inseguridad obvió por completo esa parte y me convertí en un egoísta cuando, de verdad, lo aborrezco. No siempre salgo bien parado cuando me auto evalúo. Éstos son los casos en los que me veo como un impaciente aprendiz que aún no comprendió que el cincel se toma con firmeza para evitar las dolorosas llagas.
- Tu los has dicho, hermano. Tenés las respuestas que buscabas. Ahora andá y enmendá tu error. Se muy bien cuánto la amás y también veo que ambos son el espejo del otro, capaces de mostrar los defectos de cada uno, para aprender a corregirlos o aceptarlos. Lo que más les convenga a los dos.
- Gracias, querido. Es grato saber que siempre estás ahí, siempre listo para orientar mis pasos cuando pierdo la brújula.
- No me lo agradezcas, vos también estás siempre a mi lado.