Gracias.

Cuando te encontré me perdí
En cuanto te vi me enamoré


Cuando ya no esperaba que nadie pudiera sorprender mis elevadas pretensiones -utópicas, dirías vos- apareciste. Y sin los ojos te admiré al punto de perderme en tu hechizo divino. Por un tiempo creí que no eras más que una compleja casualidad virtual que jamás podría develarse ante mi incrédula vista -verdad objetiva del ojo-, diría yo. Transcurrí entre laberintos donde te soñaba siempre a la carrera. Conocí la nocturna y odié la diurna. Temí por vos y pedí por una tregua para tu anestesiado corazón.

Te provoqué, te seduje y te entregué mi mayor esfuerzo para aplacar esa ansiosa necesidad de amarte, escondida bajo metáforas y recursos literarios que yacían olvidados en mi excitada cabeza. Y luego de arremolinarnos mutuamente en un vórtice sin dueño, más que nosotros dos, decidimos pasar a ese temeroso momento 3D que completó la primera fase de la alquimia de este amor escrito en presente. Una mirada lasciva, un abrazo sincero, latidos que nunca escuché y besos que siempre soñé. Más que un encuentro fue un choque de estrellas, demostrando la capacidad de este universo de contenernos por tantos siglos sin siquiera dejarnos ser héroes de nuestros caminos.

No le tengo miedo a lo que viene. Porque lo que pasamos fue mucho más que lo que jamás nos animamos a enfrentar. Ojalá tu utópico estándar para el amor pueda ser colmado por mis esfuerzos cotidianos por abastecerte infinitamente de lo que una mujer como vos se merece. Se que no estoy lejos ni tampoco me doblega el no alcanzarlo aún.

Soy sólo un aprendiz que ha persistido en cumplir con su recorrido, consumar las pruebas y emprender el viaje iniciático que sólo el amor verdadero significa para unos pocos virtuosos, o afortunados mortales.

Gracias por existir, gracias por ser y gracias por estar ahí.


Feliz Cumpleaños, Lilith. Te amo con toda mi alma.

0 comentarios:

Publicar un comentario