As the world falls down.

La buscaba de todas las formas posibles, incluso la confundió más de una vez en la figura de otras, pero ella no aparecía o siquiera brindaba indicios de que allí estaba, tan cerca pero tan lejos. Era una realidad, fuera de su limitada comprensión, de que su historia comenzaría mucho después de lo que ellos lo hubiesen deseado.

Nada hacía pensar que algún día encontraría a la dama que una vez divisó entre sus recurrentes pasadizos de ensueño. Creía que tal vez no fuera su tiempo, ni el de ella, para que ello ocurriera pero, sin dudas, que si el destino quisiera que sus almas se cruzaran, no habría vuelta atrás. Una vez que sus cuerpos se fundieran, sería para siempre como cuando los milagros ocurren y no hay ciencia capaz de descifrarlos.


Y su suerte fue echada una noche en la que percibió toda su intensidad a través de sus letras arañando su piel, erizándola sin piedad y provocándole esa maravillosa sensación de que la búsqueda había terminado.

Y se sedujeron noche tras noche. Y se reconocieron el uno al otro sin dimensionar acaso lo que se habían provocado mutuamente.

Incrédula ella, visionario él.


Le inquietaba mucho no saber si podría llegar a identificarla una vez delante de ella. ¿Sería acaso capaz de percibir a esa mujer sin más certezas que lo que la intensidad de sus latidos pudieran insinuar?


En la fusión de su primer abrazo, fue su corazón quien se encargó de decirle que era ella. Al galope sincronizado de un latir que surge nada más que de la pasión de ese amor naciente, se expresaba y golpeaba que sólo a ella estuvo esperando por siglos y siglos.


Jugaron a perseguirse, a alcanzarse, a perderse y encontrarse, por un laberinto de verdes ligustros, sin saber que su felicidad dependía enteramente de salir sanos y salvos de él.


Juntos, aunque el mundo se desmoronara, así lo harían.


0 comentarios:

Publicar un comentario