El rito.


Suelo aprender a puro latigazo. Donde el cuero sangra y la piel no alcanza, allí mismo me curto, siendo sometido a las pasiones que la carne me propicia. Y pierdo otra vez en un ejercicio donde las hostilidades se apartan de la entrega y la pasión, dejando paso a la vanidad y la egolatría de una marrada elección amorosa.

Sin más que la esperanza de encontrar, alguna vez, eso que desafiara al tiempo y me impulsara a una aventura única donde fueran protagonistas los sentimientos más hermosos, decidí abrirme camino hacia el desierto más temible. Sediento caminé sin tiempo. No alcanzaba el horizonte para dimensionar su extensión. Nada más que un sol impiadoso y el viento, hostil, me latigaba con piedra molida, llamada, desacertadamente, arena.
Pero al menos hoy, el desierto no parece tan...

Si me imagino en un oasis, allí donde vos apareciste como un milagro inexplicable, entiendo el por qué de un descanso sabático donde recuperar las fuerzas perdidas en previas contiendas estériles. Fuiste agua abundante y fresca para mi sed. Pero no logro vislumbrar la dimensión de tus dominios... ¿hasta dónde es que llegan tus encantos y por cuánto me quedaré en estas fértiles tierras donde se abona mi más profundo y verdadero amor?
Si las certezas no abundan tampoco las respuestas y así me encuentro, y así me sueles encontrar, en cualquier lugar. Nada fue ni será casualidad, un grado de compresión mayor nos explicarían la razón de ser de nuestras serendipias cotidianas.

Tu misteriosa forma me lastimará
pero a cada segundo estaré más cerca.
Paralizándome jamás podré esperarte
y no tengo porque esperar
en un altar de sacrificios,
solo meterme en tu ritual
y descifrar tu enigma.

Casualidad, causalidad, serendipias, asombro, incontenible alegría, inexplicable sinrazón, un vórtice acelerado hacia la pasión. Pasión y euforia. Lanzarse y animarse. Unirse y contemplarse. Apoyarse y salvarse.
Claves de un enigma que pienso descifrar. Fases de un ritual que apenas comienza...

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